La luz y el color se apagan
mientras el silencio todo lo invade;
los recuerdos persisten
al compás de los latidos,
es lo único que ahora
tras las palabras mudas
puede hacer eco en el vacío.
Una lágrima cae al infinito,
¿quién podrá oirla?
se diluye en el olvido,
océano ciego e insensible
pasar del tiempo que todo lo devora
incluso la esperanza.
Ícaro soñador,
con tus alas visionarias
fuiste a buscar aquel arcoiris;
dulce e infinito, casi intocable lucía
hermosura tal coronaría tu victoria,
sobre el frío monstruo gris
de la frivolidad,
posarías tus ojos definitivos,
con la lanza del fuego de tu alma
escribirías tu nueva verdad
versos de luz, melodía divina,
por siempre, por siempre...
Diseñaste cada detalle
con el cuidado de Prometeo;
aquel que pretendió ser en su travesía
el arquitecto de la luz,
el salvador de la humanidad.